sábado, 23 de julio de 2016

HABILIDADES SOCIALES













HABILIDADES SOCIALES

     Actualmente son muchas las personas  que no se relacionan de manera     favorable con las otros individuos, por excesivamente permisivos, agresivos, intransigente,  por transmitir mal la información, sin saber expresar los sentimientos, y así una serie de dificultades manifestadas tanto en el área personal, de pareja, familiar y laboral, lo cual indica un déficit en una o varias habilidades sociales.
     A pesar de la importancia demostrada de las habilidades sociales en todos los entornos, muchas personas no les otorgan la relevancia que poseen. Esto se observa, de manera especial, en el ámbito laboral, en el cual muchos profesionales no tienen en cuenta a las habilidades sociales a la hora de trabajar, o las consideran relegadas a un papel secundario, muy por debajo de las competencias técnicas.
      El mundo está cambiando a un ritmo acelerado y esto exige darle al desarrollo de las habilidades sociales la importancia adecuada, sobre todo en el manejo de las emociones y las relaciones interpersonales. Según la consideración tradicional, la educación se centraba esencialmente en la función de enseñar, concepción que ha venido cambiando en la actualidad, prevaleciendo sobre todo el proceso permanente de aprendizaje de cada persona, cónsono con la realidad y contexto social donde se desenvuelve.
     Desde esa línea de pensamiento, la educación debe buscar formar individuos sanos en lo afectivo y racional para que funcionen dentro de un contexto cultural dado, en las dos vertientes contradictorias y complementarias de conservar y transformar ese escenario para así lograr el equilibrio ideal entre el corazón y la mente. En tal sentido, si la educación debe servir para algo, tal y como lo plantea Suárez (2001), es para que las personas sepan enfrentarse con éxito a las demandas y exigencias que le impondrá su vida. Es decir, deben dotarse de habilidades y competencias necesarias para ser felices, o lo que es lo mismo, mantener un adecuado estado de bienestar psicosocial.
     Las habilidades sociales son un conjunto de conductas necesarias que nos permiten interactuar y relacionarnos con los demás, de manera efectiva y satisfactoria.
Concepto de habilidades sociales
     Conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa sentimientos, actitudes, deseos,  opiniones o derechos de ese individuo de un mido adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás, y que generalmente, resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas. Caballo (1986)
     La expresión adecuada, dirigida a otra persona, de cualquier emoción que no sea la respuesta de ansiedad. Wolpe (1977)
     La conducta que permite a una persona actuar según sus intereses más importantes, defenderse sin ansiedad inapropiada, expresar cómodamente sentimientos honestos o ejercer los derechos personales sin negar los derechos de los demás. Alberti (1978)
    Las destrezas sociales son una parte esencial de la actividad humana ya que el discurrir de la vida está determinado, al menor parcialmente, por el rango de las habilidades sociales (Caballo, 2005). Distintos estudios señalan que las habilidades sociales inciden en la autoestima, en la adopción de roles, en la autorregulación del comportamiento y en el rendimiento académico, entre otros aspectos, tanto en la infancia como en la vida adulta (Gil Rodríguez, León Rubio y Jarana Expósito, 1995;
Kennedy, 1992; Monjas Casares, 2002; Ovejero Bernal, 1998).
      En niños y adolescentes, la temática de las habilidades sociales es relevante, no sólo por su dimensión relacional, sino por su influencia a otras áreas vitales tales como la escolar, la familiar, entre otras. Está comprobado que aquellos niños y/o adolescentes que muestran dificultades en relacionarse o en la aceptación por sus compañeros del aula, tienden a presentar problemas a largo plazo vinculados con la deserción escolar, los comportamientos violentos y las perturbaciones psicopatológicas en la vida adulta (Ison, 1997; Arias Martínez y Fuertes Zurita, 1999; Michelson, Sugai, Wood y Kazdin, 1987; Monjas Casares, González Moreno y col.,
1998). Michelson y otros. (1987) sostienen que las habilidades sociales no sólo son importantes respecto a las relaciones con los pares sino que también permiten que el niño y el adolescente asimilen los papeles y las normas sociales.
       Los comportamientos sociales se aprenden a lo largo del ciclo vital, por lo que ciertas conductas de los niños y adolescentes para relacionarse con sus pares, ser amable con los adultos o reaccionar agresivamente, entre otras, depende del proceso de socialización. Según Schaffer (1990), las interacciones sociales implican una serie de modelos de comportamientos muy complejos y sincronizados, ejecutados recíprocamente por dos o más sujetos. Cabe destacar que la socialización se produce en interrelación con el desarrollo cognitivo.
      Tanto la familia y la escuela como el acceso a otros grupos de pertenencia son ámbitos privilegiados para el aprendizaje de habilidades sociales, siempre y cuando estos contextos puedan proporcionar experiencias positivas para adquirir comportamientos sociales, ya que se aprende de lo que se observa, de lo que se experimenta (propias acciones) y de los refuerzos que se obtiene en las relaciones interpersonales; también se aprenden comportamientos sociales de los medios de comunicación como la utilización de productos simbólicos de la cultura.
     En definitiva, el contexto en sus múltiples acepciones (las características maternas y paternas, la experiencia en la crianza, el acceso a mas medios como televisión o internet, entre otros) se vincula de modo decisivo a cómo se aprenden y practican habilidades sociales funcionales  o disfuncionales.
     La literatura enfatiza que los problemas de relaciones interpersonales se presentan principalmente en aquellos sujetos que se vinculan muy poco con sus pares. Estos se caracterizan por una evitación del contacto social con otros sujetos (Monjas Casares, 2000) o bien por mantener relaciones sociales violentas con sus pares (Cerezo, 1997). Estos comportamientos están relacionados con los estilos de interacción inhibido y agresivo, que dan cuenta de habilidades sociales deficitarias.
      En muchas ocasiones, estos déficits en las habilidades sociales pueden conllevar la presencia de trastornos psicopatológicos en la vida adulta, aunque desde lo planteado por León Rubio y Medina Anzano (1998) no se descarta la posición de que los déficits en las habilidades sociales pueden ser tanto una causa, efecto o concurrentes en la aparición de un trastorno psicológico.
      Prieto Ursua (2000) afirma que se han identificado ciertos factores de protección ante estresores ambientales que disminuyen la aparición de problemas psicosociales en la infancia y adolescencia, entre los que se destacan la competencia y el apoyo social, el empleo del tiempo libre y adecuadas estrategias de afrontamiento.
     Respecto a la competencia y el apoyo social, se considera que las habilidades sociales son un medio excepcional de protección y promoción de la salud. Desde estos planteos, la eficaz interacción con los otros permitiría a los niños y adolescentes responder de modo positivo ante situaciones de estrés, por lo que determinadas competencias como hablar con pares no conocidos, expresar emociones positivas, establecer conversaciones con pares y adultos, practicar habilidades sociales de elogio, entre otras, pueden convertirse en factores protectores de la salud.
     Semrud-Clikeman (2007) sostiene que la integración del niño al ámbito escolar constituye una segunda socialización. La educación se produce en un contexto social, con sus características propias, donde los comportamientos sociales de los alumnos, de los maestros y la interacción entre ambos resultan de una primordial importancia para el proceso educativo como para el desarrollo de la competencia social infantil.
     La interacción con los pares supone el aprendizaje de numerosas habilidades sociales para el niño. Así se aprende a dominar o proteger a los pares, a asumir responsabilidades, a devolver favores, a considerar los otros puntos de vista y a valorar las habilidades de los otros. Hoffman, Paris y Hall (1995) sostienen que estos aprendizajes son posibles por procesos como el refuerzo por parte de los compañeros (a través de halagos, imitación de la acción o la simple observación), el modelo de los pares y la comparación social.
     Un recurso muy importante para la aceptación del niño por parte de los pares es la habilidad para regular emociones, ya que controlar las reacciones emocionales le permite comprender las diversas variables de una situación social y no sentirse abrumado por su propio estado emocional.
     Denham y otros (1990) sostienen que aquellos niños que se relacionan satisfactoriamente con sus pares utilizan adecuadas estrategias de resolución de problemas, por lo que puede considerarse otra capacidad que potencia las habilidades sociales.
Mecanismos responsables del aprendizaje de habilidades sociales


     Caballo (1993), no existen datos definitivos sobre cuándo y cómo se aprenden las habilidades sociales, pero la niñez es sin duda un periodo crítico. Así, los niños pueden nacer con un sesgo temperamental y su manifestación conductual se relacionaría con un sesgo fisiológico heredado que podría mediar la forma de responder. El mismo autor destaca la consideración de Buck (1991), según el cual, el temperamento, considerado como la expresividad emocional espontánea, determina la naturaleza del ambiente socio-emocional interpersonal y la facilidad para el aprendizaje.
     En primer lugar, el aprendizaje por experiencia. La habilidad social que una persona muestra en una situación determinada está relacionada con la maduración y las experiencias que el individuo haya tenido en situaciones similares. Los niños, en sus interacciones con sus iguales y con los adultos, reciben refuerzos o consecuencias aversivas del entorno, y de este modo van incluyendo en su repertorio de habilidades y poniendo en práctica aquellas conductas sociales con las que obtienen consecuencias reforzantes, y tienden a no realizar conductas que les suponen consecuencias aversivas. La oportunidad para practicar las conductas en diferentes situaciones (experiencias) es uno de los condicionantes del desarrollo de las habilidades sociales (Caballo, 1993).
     En segundo lugar, el aprendizaje por modelado. De acuerdo con la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1977), muchas conductas se aprenden principalmente a través de la observación e imitación de otras personas. Entre estas conductas se encuentran también las habilidades sociales. A lo largo de la vida, las personas estamos expuestas a diferentes modelos gracias a los cuales adquirimos determinadas conductas sociales (verbales y no verbales) o inhibimos otras.
     En tercer lugar, la instrucción directa. Mediante las instrucciones verbales informales o sistemáticas de los otros aprendemos a llevar a cabo determinadas habilidades sociales y a reconocer conductas inadecuadas.
      En cuarto lugar, el feedback de otras personas. La información que los demás nos dan sobre nuestras conductas es otro de los mecanismos que influyen en el aprendizaje de las habilidades sociales. En las interacciones sociales manifestamos, directa o indirectamente, de forma verbal o no verbal (a través de gestos, expresiones, posturas del cuerpo), nuestra consideración del comportamiento de la otra persona. Este feedback ayuda a controlar la conducta, a cambiarla en función del contenido de la información proporcionada por quien da el feedback y a servir como reforzamiento social contingente a las conductas sociales.
     Es evidente que el aprendizaje de cualquier conducta, pero sobre todo el de las habilidades sociales, se produce siempre en contextos interpersonales, gracias a la interacción con los demás. A lo largo de la vida serán muchas las personas significativas que influyan en el desarrollo de las habilidades sociales.
     Según Pérez (2000), la Organización Mundial de la Salud, desde 1993 exhorta hacia una promoción de la salud pública de modo especial, matizando el requerimiento de considerar la salud mental y psicosocial como ejes fundamentales del proceso educativo. Dentro de ese mismo accionar, la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO (2008), propone la iniciativa de aprender habilidades para la vida, aprendizaje básicos que facilitan llevar a cabo un proyecto de vida más saludable emocionalmente, propiciando con su manejo las relaciones con uno mismo, con las demás personas y con el entorno social más amplio, de una forma no agresiva, ni inhibida, sino asertiva, que permitan el conocimiento de uno mismo, una conversación fluida y eficaz, tomar decisiones en consenso, entre otras acciones humanas.
     En correspondencia con lo antes descrito, Caballo (2005) plantea que el manejo de habilidades sociales es la capacidad que las personas poseen de percibir, entender, descifrar y responder a los estímulos sociales en general, especialmente aquellos que provienen del comportamiento de los demás, lo que apuntala hacia la capacidad del individuo de captar los estímulos provocados por los otros en él, a través de los componentes conductuales verbales y no verbales, con el fin de realizar una interrelación efectiva. Por consiguiente, su adecuado manejo es sinergia de la inteligencia emocional, como especial destreza en las relaciones sociales, ya que a través de estas se controlan emocionalmente los individuos con sus relaciones interpersonales; en ese sentido, existen referencias que permiten valorar las habilidades sociales como elemento determinante en la conducta de los individuos adolescentes, tan necesarios para un exitoso desempeño en la sociedad actual, donde las exigencias de la contemporaneidad son superiores a las de ayer e inferiores a las de mañana.
     Para la mayoría de los individuos, el establecimiento de relaciones con otras personas, es un objetivo deseado o una experiencia reforzante; en consecuencia, las relaciones sociales pueden considerarse como eventos gratificadores para la mayor parte de las personas. No obstante, Kelly (2000) señala que para conseguir cada uno de estos objetivos socialmente deseables, es preciso que las personas dominen y manejen una serie de habilidades conductuales relativamente bien organizadas.
Importancia de las habilidades sociales
     Desde la perspectiva psicosocial, el manejo de las habilidades sociales, y por ende funcionar emocionalmente de modo equilibrado, es sinónimo de formas de vida y estilo de convivencia, de allí que sean las que dan cara a la vida social, situación de la cual no están exentos los estudiantes universitarios, quienes no solo tienen la obligación de formarse intelectualmente, sino que además su proceso de formación permanente les exige estar interactuando con sus aliados o pares de aprendizaje, así como con los profesores, quienes son medidores o facilitadores dentro del ámbito educativo universitario.
     No obstante, las debilidades en cuanto al manejo de habilidades sociales pudieran generar problemas en personas, entre las personas, por ejemplo los estudiantes, en quienes se evidencia déficit en los niveles de bienestar, perturbación en las relaciones interpersonales, bajo rendimiento académico, distorsión en las conductas, poca participación en clase, temor a las exposiciones orales, lo cual pudiese ser producto de su idiosincrasia, ya que se evidencia sobre todo en estudiantes de las zonas rurales con relación a las urbanas, o por el cambio del sistema de enseñanza-aprendizaje del nivel de educación básica al universitario, sintiéndose confundidos o perturbados y en muchos casos manifestando rechazo hacia el nuevo nivel educativo, llegando en algunos casos a abandonar sus estudios.
     Las habilidades sociales están cobrando especial relevancia en diferentes ámbitos, por razones como:
      La existencia de una importante relación entre la competencia social de la infancia y la adaptación social y psicológica. Kelly (1987) expresa que la competencia social se relaciona con un mejor y posterior ajuste psicosocial del niño en el grupo-clase y en el grupo-amigos, y en una mejor adaptación académica. La baja aceptación personal, el rechazo o el aislamiento social, son consecuencias de no disponer de destrezas sociales adecuadas.
     Argyle (1983) y otros especialistas como Gilbert y Connolly (1995) opinan que el déficit en habilidades sociales podría conducir al desajuste psicológico, y conlleva a que la persona emplee estrategias desadaptativas para resolver sus conflictos. La competencia social adquirida previamente garantiza una mayor probabilidad de superar trastornos.
     Las habilidades sociales se correlacionan positivamente con medidas de popularidad, rendimiento académico y aumento de la autoestima. Las habilidades sociales se forman en el hogar e influyen en la escuela.
     En el ámbito de la pedagogía de la salud, se aplican para el tratamiento y prevención de la presión, el alcoholismo, la esquizofrenia, etcétera.
     La carencia de habilidades sociales favorece el comportamiento disruptivo, lo que dificulta el aprendizaje.
     Según Gil y León (1995), las habilidades sociales permiten desempeñar las siguientes funciones:
·         Son reforzadores en situaciones de interacción social.
·         Mantienen o mejoran la relación interpersonal con otros individuos. Una buena relación y comunicación son puntos base para posteriores intervenciones con cualquier tipo de colectivo.
·         Impiden el bloqueo del reforzamiento social de las personas significativas para el sujeto.
·         Disminuye el estrés y la ansiedad ante determinadas situaciones sociales.
·         Mantiene y mejora tanto la autoestima como el autoconcepto.



BIBLIOGRAFÍA
http://www.monografias.com/trabajos96/las-habilidades-sociales/las-habilidades-sociales2.
http://www2.ulpgc.es/hege/almacen/download/4/4615/Tema_1_Habilidades_Sociales.pdf
 Fundamentos en Humanidades
     Universidad Nacional de San Luis – Argentina Año XII – Número I (23/2011) 159/182 pp (2011) Las habilidades sociales en niños y adolescentes. Su importancia en la prevención de trastornos psicopatológicos.
http://www.redalyc.org/pdf/184/18424417009.pdf                                 
Caballo, V. (2005). Manual de evaluación y entrenamiento de las habilidades sociales. España. Siglo XXI.

http://publicaciones.urbe.edu/index.php/REDHECS/article/viewArticle/1822/3548

No hay comentarios:

Publicar un comentario