La familia y
funcionalidad
La familia como unidad social, ha sufrido cambios significativos en
cuanto a su definición, marcados por diversas orientaciones teóricas; la
familia varia de un contexto a otro, se transforman, se reinventan, se adaptan
y perduran al paso del tiempo dependiendo de sus procedencias culturales.
La familia es donde se proporcionan los
elementos esenciales que favorezcan el bienestar de la misma; por lo tanto
cumple un papel relevante dentro de la misma educando a cada uno de los que a
ella pertenecen.
Aguilar (1997) plantea, la
familia está integrada por un conjunto de personas que conviven de manera
cotidiana y que ejercen relaciones interpersonales entre cada uno de sus
miembros, dichas relaciones se delimitan debido a los roles que cada miembro
desempeña.
Sin
embargo cabe señalar que en cada familia surgen conflictos, los cuales deben ser tratados de
manera imparcial, donde ninguno de los miembros sienta que está cediendo más
que el otro.
Para la sociología, una familia es un
conjunto de personas unida por lazos de parentesco. Los lazos principales son
de dos tipos: vínculos de afinidad derivados del establecimiento de un vínculo
conocido socialmente que, en algunas sociedades, sólo permiten la unión entre
dos personas, mientra que en otras sociedades es posible la poligamia, y
vínculos de consanguinidad, como la filiación entre padres e hijos o los lazos
que se establecen entre los hermanos que descienden de un mismo padre.
Autores como Iglesias y Flaquer (Citados por Musitu y Cava, 2001),
coinciden en que la familia reviste gran importancia en la crianza y educación
de hijas e hijos, ya que se establece una red no visible de apoyo material y
sobre todo afectivo de los adultos hacia los menores.
La familia es el primer contexto
socializador (no siendo el único) por medio del cual, sobre todo en la primera
infancia, se alimenta el ser humano de elementos propios de la cultura que
incluyen valores, creencias, representaciones, modelos productos de la
socialización e interacción del ambiente natural.
FUNCIONALIDAD
EN LA FAMILIA
En las
familias donde el funcionamiento es saludable existe mayor probabilidad de un
clima emocional afectivo positivo; el cual va a indicar la forma en que
cada sujeto se siente en relación con los demás, potenciando esto la
integración familiar; además de elevar los recursos de la familia para
enfrentar los conflictos, crisis y problemas que pueden presentarse en
distintas etapas a lo largo del ciclo vital evolutivo familiar. En referencia a
esta afirmación, el autor Barroso (2009) señala que:” parte de la cultura
familiar es verse como un equipo donde todos son importantes, y donde todos
deben ser tomados en cuenta, orientándose hacia objetivos que benefician a
todos”.
Considerando lo
antes señalado, se puede acotar que es en la familia; donde se proporcionan los
elementos esenciales que favorezcan el bienestar de la misma; por lo tanto
cumple un papel relevante dentro de la misma educando a cada uno de los que a
ella pertenecen. Sin embargo; es necesario destacar que debe haber equilibrio
entre los elementos afectivos y de autoridad para que sea una familia operativa
así; lo destaca Moles (2007):
En una familia operativa el equilibrio entre el
afecto y la autoridad está perfectamente establecido y delimitado, hay ciertas
reglas de juegos demarcadas y discutidas hasta donde sea posible encontrar
compromisos y contratos viables, pero de ninguna manera hay de parte de
las personas encargadas del proceso educativo, los padres, una pérdida de su
jerarquía, de su derecho a definir las líneas comportamentales de
convivencia y los roles que cada uno de sus integrantes debe asumir, en beneficio
de todos y cada uno de sus integrantes, ya que el vínculo fundamental que los
une es el afecto.
Según la conceptualización anterior; en una familia operativa debe darse
el binomio autoridad afecto; principio fundamental para que la funcionalidad
sea saludable y esto no afecte a los miembros que la integran en el proceso de
interacción que ocurre dentro de la misma y en especial cuando le corresponde
relacionarse con miembros de la comunidad donde vive; pues acarrearía
situaciones de conflictos aún mayores al contexto familiar.
En relación a lo antes expuestos,
existen las familias funcionales y las disfuncionales.
Una
familia funcional no es una familia perfecta, pero todos sus miembros han
aprendido a cumplir con sus responsabilidades, a dar y recibir amor. Hay
respeto entre sus miembros, una comunicación adecuada, se apoyan unos a otros,
enfrentan los conflictos con una adecuada madurez.
La
familia disfuncional se refiere
literalmente a “que no funciona”. Una familia disfuncional consiste en un
núcleo social o célula social donde el desarrollo del potencial de sus
integrantes se ve afectado negativamente, debido a relaciones o situaciones
conflictivas en esta célula. Los padres no saben cómo satisfacer las
necesidades de los hijos e hijas. Los métodos de disciplina que utilizan
normalmente son inadecuados y producen mucho maltrato a éstos.
Normalmente los padres de familias
disfuncionales son personas muy rígidas que producen constantemente desaliento
en los hijos e hijas. Por su forma de convivir, no son capaces de facilitar una
buena comunicación en el núcleo familiar.
Los
conflictos familiares
Dentro de la dinámica de la familia
existen aspectos que determinan la armonía del grupo, como por ejemplo, las
reglas, que son estructuras que utilizan los individuos para normar cómo debe
sentirse y actuar y que después influyen en el sistema familiar. El enlace con
la sociedad, que es la manera como las personas se relacionan con otros
individuos e instituciones ajenos a la familia.
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El
término “conflicto” suele recibir una carga negativa, asociada a problemas y
enfrentamientos, ese es su significado más habitual. Pero cuando de relaciones
familiares se trata, el conflicto es mucho más que eso: es una oportunidad para
salvar las diferencias y crecer juntos.
Generalmente, las personas piensan que lo más saludable para una familia
es no tener conflictos entre sus miembros, pero resulta todo lo contrario, los
conflictos no son expresión de enfermedad, sino una muestra de que la familia
está viva, con personas que pueden tener muchas coincidencias pero que son
diferentes más allá de que formen parte de un mismo grupo familiar.
Sin embargo, el conflicto puede estimular
el cambio y el crecimiento o el desarrollo personal, puede plantearnos retos,
motivarnos al cambio, puede despertar curiosidad y creatividad, puede
profundizar relaciones por abordar temas difíciles, pero importantes.
Los miembros de la familia crecen y se desarrollan a lo largo de sus
vidas y estos cambios suponen a la vez transformación en las relaciones con los
demás, que como toda situación nueva requiere de adaptación y la constante
búsqueda de equilibrio. Los cambios pueden darse tanto por la experiencia de
desarrollo personal de cada miembro de la familia como por la modificación de
la configuración de la familia, puede producirse por diferentes motivos. Como
por el nacimiento de un/a hijo/a, la
separación de los padres, el alejamiento del hogar de alguno de sus integrantes
o la muerte de algunos de ellos.
Cuando la familia atraviesa un conflicto se encuentra
en un momento de desarmonía, desequilibrio y confusión, aparecen problemas que
no fueron resueltos en el pasado y que ahora se han convertido en problemas
mayores.
Este conflicto aparece algunas veces cuando una situación de tensión
presiona a la familia o bien cuando ya se ha llegado al límite de la paciencia,
se requieren de ciertos cambios que no se pueden generar, porque no se sabe
cómo o bien algún miembro no está dispuesto a cooperar.
Dentro de un conflicto familiar las reglas y los roles de la familia se hacen confusos o se ven rebasados. Los valores y objetivos pierden importancia. Se ceden las expectativas y las prohibiciones. Una crisis de este tipo necesita un cambio decisivo y cada cambio implica una nueva adaptación.
Dentro de un conflicto familiar las reglas y los roles de la familia se hacen confusos o se ven rebasados. Los valores y objetivos pierden importancia. Se ceden las expectativas y las prohibiciones. Una crisis de este tipo necesita un cambio decisivo y cada cambio implica una nueva adaptación.
Causas de los conflictos familiares
Una de las causas más habituales de los
conflictos familiares son los intereses contrapuestos o la sensación de que la
familia no satisface las necesidades individuales.
Ejemplo: Una pareja que nunca se pone de
acuerdo sobre qué hacer en los retos de ocio del fin de semana, porque uno de
los dos prefiere salir a pasear e ir al teatro y el otro quedarse en casa mirando
un programa de televisión. En este caso, de debe intentar que ninguno de ellos
sienta que siempre cede a los intereses del otro, porque se irá generando una
“deuda” de necesidades insatisfechas que pondrá en riesgo la relación.
Otro motivo de conflicto, muy habitual en
las relaciones entre padres e hijos, son las expectativas frustradas. Los
padres suelen ver en sus hijos como una prolongación de ellos mismos y suelen
sentirse defraudados si estos actúan de manera distinta a lo que esperan de
ellos.
Ejemplo: Una hija decide estudiar para
maestra, y su padre había soñado que fuera Licenciada en Derecho como él. Lo
importante en estos casos es que los padres dejen de lado el futuro que soñaron
para sus hijos y escuchen y acepten lo que ellos desean y necesitan.
Un tercer motivo de conflicto es la
dificultad para establecer con claridad los límites de lo que estamos
dispuestos a dar como individuos en beneficio de la familia.
Otra característica de los conflictos familiares,
es el grado en que un conflicto se enreda al pretender los sujetos dar satisfacción
a sus necesidades psicológicas y personales.
Estas necesidades se vinculan al hecho de
querer sentirse a salvo y seguro, de ser amado, tener el control de la propia
vida, pertenencia, etc. Satisfacer estas necesidades es tan esencial para la salud
psicológica como el aire, el agua, el alimento, lo son para la salud física.
Este parámetro ayuda a explicar el por qué la autoestima es una ventaja
poderosa a la hora de resolver conflictos.
En los conflictos familiares también suele
ocurrir que su desencadenante o el motivo que lo origina, ni tan siquiera es la
verdadera causa del conflicto y, sin embargo, puede dar lugar a situaciones
dramáticas.
Un factor fundamental que da origen a
muchos conflictos familiares e interpersonales es la discrepancia entre la
realidad y lo que las partes perciben como real. La causa de tal discrepancia
es debida a que el modo en que percibimos y damos sentido al mundo es un
proceso complejo y subjetivo. Así, todo lo que el individuo percibe es filtrado
a través de sus creencias, experiencias pasadas, valores, ideas y prejuicios.
Normalmente, las partes en conflicto al
observar una misma situación realizan diferentes interpretaciones de ella, y
estas diferencias en la percepción son un terreno abonado para la aparición de
los conflictos interpersonales.
Manejos operativos
de los conflictos familiares
En las últimas cuatro décadas la familia
ha sido objeto de estudio por parte de la terapia familiar. Desde diferentes
áreas del conocimiento como el trabajo social, la psiquiatría y el
psicoanálisis han teorizado y desarrollado técnicas de evaluación e
intervención clínica con la familia. Sin
embargo, en las demás escuelas psicológicas poco se ha teorizado sobre la
familia.
Es
decir, sobre sus vínculos, y los elementos que lo constituyen: sus roles, las
funciones que cumple cada miembro en la familia, la comunicación, las normas y
las relaciones de poder. Los cuales son elementos que constituyen la base para
llevar a cabo la evaluación, el diagnóstico descriptivo del vínculo familiar
implementando las estrategias de intervención, la familia ha sido afectada por
las transformaciones que han ocurrido en la sociedad, como en todas las
instituciones.
Los
cambios en el sistema familiar han sido de tal envergadura, que el concepto ya
no representa plenamente a la realidad a la que remite. En ese sentido, la
familia constituye en la actualidad instituciones que parecen iguales que
siempre desde afuera, y llevan los mismos nombres, pero por dentro son bastante
diferentes. Se sigue hablando de la nación, la familia, el trabajo, la
tradición, la naturaleza, como si todos fueran iguales que en el pasado. No lo
son, la parte exterior permanece, pero por dentro han cambiado y está
ocurriendo en todo el mundo.
Es necesario
destacar que cuando surge un conflicto en la familia es importante manejar
dentro de la familia las habilidades sociales, como asertividad, empatía, la
comunicación efectiva y afectiva, así como los principios de la inteligencia
emocional.
Se debe tener en cuenta que los conflictos
en algún momento se van a presentar, para lo cual debemos estar preparados, es
recomendable ver el conflicto como algo normal e incluso potencialmente
beneficioso, estaremos en mejor disposición para abordarlo de manera eficaz,
sin sentimientos negativos adicionales al propio conflicto que nos lleven a
conductas no deseadas.
Recomendaciones para abordar los conflictos:
No evitarlo: de esta manera las
causas y consecuencia no desaparecerán, se harán más fuertes, gestione los
desacuerdos que surjan por muy difíciles que sean.
Reconocer el conflicto como una realidad
presente que se debe afrontar, El hecho de tener conflictos no nos hace peor
familia y una ausencia total de los mismos nos debería llevar a pensar si no se
están ocultando/evitando. Reconocer el conflicto obliga a estar atentos a
cambios de conducta, por pequeños que sean. Una identificación precoz del
conflicto reduce sus consecuencias y facilita el abordarlo eficazmente.
Tomarlo con calma: no se alarme, tome distancia y
contextualizar el problema
Identificar con objetividad el conflicto: organizar
al máximo el conflicto, eliminando las connotaciones negativas que agregamos en
nuestra interpretación personal. Si no es algo realmente importante, valorar si
conviene dejarlo pasar.
Si es un conflicto muy significativo, pensar en el momento preciso para
abordarlo, mantener la serenidad es clave para poder liberarnos de
las interpretaciones personales, para estar abiertos a los sentimientos de los
otros, para afrontar con empatía el proceso de resolución… Si no se está
preparado, mejor posponer.
No tener miedo al conflicto: Es normal que los haya y como
padres hacer lo que se tiene que hacer para abordarlo, con seguridad.
Escuchar la opinión de los demás: observar cómo asumen el conflicto, sin emitir juicios, con empatía.
Se trata de obtener la máxima información posible del conflicto, su origen y
sus consecuencias para cada uno de los miembros de la familia.
Buscar la solución con el aporte de todos: optar
por la más adecuada. Si el consenso no es posible, los padres deciden, pues la
autoridad y la disciplina deben mantenerse firmes en la familia. Todo el
proceso anterior facilitará que el consenso sea posible, pero si no se
consigue, estemos seguros de que somos los padres los que tenemos la última
palabra. Si no dudamos, ellos lo aceptarán.
En relación a la atención de la familia, la Terapia Cognitivo-conductual considera que
las personas nacemos con una herencia y un determinado temperamento, con los
cuales comienza a interactuar con su entorno, aprendiendo pautas de
comportamiento, tanto beneficiosas como perjudiciales para sí mismo y/ o para
los demás.
El término conducta se entiende en un
sentido amplio, abarcando conductas visibles, así como pensamientos,
sentimientos y emociones.
En Terapia Cognitivo Conductual se enfatiza mucho la idea que la
conducta, tanto la normal como la patológica, se halla en estrecha relación con
el ambiente.
El
vínculo entre persona y ambiente se considera bidireccional, vale decir, el
entorno va moldeando nuestros comportamientos pero nosotros también somos
capaces de cambiar nuestro medio.
Sucede frecuentemente que las conductas
patológicas de los pacientes se encuentran estimuladas por familiares o amigos
quienes inadvertidamente, pretendiendo ayudar al paciente, terminan por
favorecer la aparición y mantenimiento de hábitos insalubres y nocivos.
Tal como puede esperarse, las familias
constituyen típicamente el ámbito de aplicación de los procedimientos
orientados a modificar relaciones. Esto, por la sencilla razón de que la
mayoría de las veces son los familiares quienes se encuentran cerca y al
cuidado del paciente, como en el caso de los ancianos o los enfermos depresivos
graves. Otras veces, la misma familia es el paciente, como cuando una pareja
consulta porque no se llevan bien o porque no saben cómo manejarse con un hijo
adolescente desafiante.
El procedimiento sugerido en estos casos
se denomina abordaje
conductual de la familia.
En dicho abordaje, se adiestra a los familiares del paciente anciano en la
aplicación de técnicas de modificación de conductas, especialmente el Reforzamiento Diferencial de
Conductas Incompatibles (RDI) y la Extinción.
BIBLIOGRAFÍA
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vol.7 nº 2 - Jul 2003
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Conserjería
de familias y asuntos sociales. Dirección general de familias. Guía. ¿Cómo
resolver los asuntos familiares?
Dahab J. Rivadenerira C. Minici A. (2010). Revista de terapia cognitivo/conductual. Técnicas
Cognitivo/conductuales para el abordaje de parejas y familiar
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